Díaz-Castilla
Su expresión mediante el color
1940 Díaz-Castilla nace en El Soto de Piedrahíta (Ávila) el 8 de enero de 1940. Es el más pequeño de una familia de once hermanos. Él solo conoció a cinco: Rufino, Francisco, Juan, Severina y Félix. Sus padres Juan y Sofía, se dedicaron a la ganadería y a la agricultura.
A los cuatro años va a la escuela en su pueblo. A los seis comienza la enseñanza obligatoria en dicha escuela. Aprende a leer y escribir muy pronto. Su padre, gran lector, en los meses de invierno, mandaba leer en alto, todas las noches. A los 7 años se desplaza todos los días a la Escuela de San Miguel de Corneja, del que era maestro D. Siro. Asiste a dicha escuela durante dos años. A los nueve años le prepara para el Ingreso de bachillerato.
1950/ 54 Aprobado el Ingreso sus padres le llevan interno al Colegio Diocesano de la Asunción de Nuestra Señora de Ávila, que se abre ese año. Es uno de los ocho primeros internos de dicho Colegio. En él está interno cuatro años, desde el año 1950 a 1954. Aprueba la reválida de 4º de bachillerato y decide marchar al Seminario Diocesano. En 1963 volvería, de profesor, a su antiguo Colegio en el que estará hasta 1969. En el mes de julio de este año dejó el Colegio y se marchó a Madrid para hacer Bellas Artes en la Escuela Superior de San Fernando. Hace los estudios en ésta, en la rama de pintura y grabado.
Ávila, el Valle del Corneja y Gredos fueron los tres lugares que conformaron su vida como hombre y como pintor.
1955 A los quince años comenzó su “pasión” para expresarse mediante el color. Después comenzaría a dibujar. En sus primeros años tanto la pintura como el dibujo eran desconocidos para él.
En estos años no sabía qué era la pintura. En aquellos tiempos, en los pueblos, los niños no sabían nada de dibujo ni de pintura ni del color. Aquel que conozca el tiempo en que Díaz-Castilla hizo el bachillerato (1950) sabrá que en la clase de dibujo solo se copiaban las láminas a lápiz, o, excepcionalmente, a carboncillo. Comenzó a expresarse mediante el color sin saber nada de él. El lenguaje de la pintura le era totalmente desconocido. Tampoco sabía de la técnica ni del oficio de pintor. No sabía que para expresar aquello que tenía dentro necesitaba la acomodación de la mente al hecho pictórico y esto no es tan fácil.
1960 Las pocas maneras de hacer arte que conocía en este tiempo le llevaron a hacer una escultura de una cabeza de Cristo, en triángulos. Su padre, que tenía buenas manos para hacer los utensilios del campo, tenía un tronco de madera de aliso y la hizo con un formón de los que él usaba. La llevó a una exposición colectiva que se celebraba en la pequeña Iglesia de las Nieves situada en la calle Reyes Católicos de la Ciudad de Ávila y, años después la hicieron astillas y la quemaron en una estufa. Hizo también, en ese tiempo, un dibujo de una Crucifixión en triángulos uniendo cuatro cartulinas. Ésta desapareció y no supo quien se la llevó. De ella posee una fotografía solamente de la cabeza.
En el lugar donde estudiaba le prohibieron pintar. Solo pintaba cuando iba en las vacaciones de verano a su pueblo.
A veces, en la vida, no se sabe si una pasión de absoluto como es la expresión por el arte, cuanto más se la prohíba y no se la deje salir a la luz, más se acrecienta el deseo de pintar, y cuando ya se tiene la libertad para expresarse, quizás, la prohibición dé como resultado un inmenso deseo de manifestar aquello que ha estado contenido en el interior y salga a la luz con más fuerza.
En un análisis de su obra a través de los años, descubriremos diversas etapas de su pintura. Unas han sido más largas que otras.