Aprendizaje (1963-1969)
1963 Este año comenzó a ser libre para expresar lo que quisiera. El tiempo ya era suyo. Esta primera etapa fue de aprendizaje. Entraba en un mundo desconocido. No tenía relación con pintores, ni con libros de pintura. Nadie le enseñó nada ni fue a ninguna escuela de arte, ni a ninguna academia, ni tuvo ningún profesor que le enseñase lo más elemental. Aprendió a manejar el color a su aire. El profesor de dibujo del Colegio donde trabajaba Díaz-Castilla, el día que vio un cuadro de éste algún profesor le preguntó qué le parecía aquella obra y le contestó con un exabrupto y un rechazo a ella.
El no saber nada de técnicas de pintura, le salvó de la mímesis y comenzó su verdadero camino interior, siempre difícil de encontrar. A medida que fue entrando en el mundo de la pintura fue conociendo a algunos pintores locales y vio alguna exposición suya, pero nunca los vio pintar.
Era tan primitiva y tan obsesiva su ansia de expresar con el color, que quienes le conocían no comprendían nada de lo que hacía y pensaban que aquello no lo podía hacer sino era un pintor de oficio. No comprendían que usara la pintura para expresar aquello que surgía de su interior y, menos, que se saliera de toda la norma al que todo pintor se debía de someter para serlo.
A los veintitrés años cuando ya pudo pintar lo que quiso y sin prohibición ni coacción alguna. Así comenzó su largo camino de expresar aquello que su interior perseguía. A pesar de que no tenía tiempo de pintar durante el día en el Colegio donde trabajaba, pintaba por la noche hasta altas horas de la madrugada.
Se fue haciendo en el mundo de la pintura como un ciego palpando oscuridades. Nunca estuvo contento con lo que expresaba y cada día se exigía más.
Cuando llegaban las vacaciones dedicaba todo su tiempo, desde el día a la noche a expresarse en las soledades del Valle del Corneja. De noche dibujaba y de día pintaba. Nunca pensó en pintar para vender. Si hubiera sido así se hubiera aburrido porque en sus primeras exposiciones no vendió apenas nada. Muchos de los cuadros que pintó durante los primeros años y después de haberlos expuesto en Madrid y de haber salido en T.V.E. los mandó quemar. Otros tuvieron mejor suerte y se los llevaría, pasados los años, Agustin Rodríguez Sahagún (su marchante), y serían los que darían a conocer a Díaz-Castilla, sobretodo en Madrid. De tal manera que muchos amantes, conocedores y seguidores de su arte solo conocen a Díaz-Castilla por sus primeros cuadros, que fueron los que su marchante se llevó.
Como trataba de expresar lo que llevaba dentro nunca pintó haciendo primero un boceto para después pintar el cuadro. Supo después que, por eso, sus cuadros tenían la “frescura” de lo esencial, de lo primero.
Esta etapa de su vida fue “apasionante” e “importante” porque sin saber nada de técnicas, expresó su interior con “total libertad”.
Fue tan importante para él comenzar sólo con el color, que éste se convirtió en el “verdadero fundamento de la pintura que hizo durante toda su vida”.
En esta etapa creó su mundo del color y siguió en él hasta ahora.
Tenía su despacho en el Salón azul y allí pintaba todas las noches desde las doce hasta altas horas de la madrugada.
La primera exposición que hizo fue una colectiva con alumnos del Colegio en el llamado Salón verde que tenía el Colegio.
1964/65/66 Durante estos años pintó enfebrecidamente. Pintaba la Naturaleza mediante fotografías que él hacía. Le había traído de Alemania su hermano Félix una cámara Kodak con la que hizo multitud de fotografías. Estas fotos las usaba para pintar en el Colegio. Pintaba también de memoria, paisajes, Cristos, (uno de ellos era como un retrato con una túnica roja y de mirada penetrante con el fondo de las murallas). Después lo pintó con una túnica blanca y fue uno de los ochenta cuadros que mandó quemar a su madre), cuadros del Apocalipsis, dos cuadros del Ábside de la Catedral, maternidades o vírgenes. Sin embargo, cuando iba de vacaciones al Soto (su pueblo), pintaba directamente en la Naturaleza. Así preparó una gran cantidad de cuadros que le servirían para hacer las primeras exposiciones.
1967/ 68/ 69 La primera exposición con la que se estrenó en su Ciudad fue en la Caja Central de Ahorros de Ávila y le hizo la presentación el poeta Jacinto Herrero. Un año después en 1968 expuso de nuevo en la misma Sala.
1969 El 12 de abril de hizo su cuarta exposición en la Sala de Arte de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Ávila en el pasaje de Reyes católicos. Le hizo la presentación Juan Alarcón Benito. Estas exposiciones tuvieron algo de especial: ganó en libertad y arrojo para no desfallecer y crecerse ante la adversidad, y hacer su “real gana” como afirmó de él el poeta Jacinto Herrero.
Esta “real gana” no le fue tan fácil ni conseguirla ni seguirla. Su camino fue duro y difícil. Dejó el Colegio donde trabajó desde 1963 al 69, en el mes de Julio de. Tomó su camino y marchó a Madrid para preparar el Ingreso en Bellas Artes. Era un camino sin vuelta. Le quedaba y llevaba su mochila vacía. Lo había dejado todo, su trabajo y parte de su vida. El ímpetu y la fuerza y el riesgo que tuvo que poner para dar este salto, no tiene medida.
Como solo tenía el día y la noche y no tenía dinero para hacer Bellas artes comenzó a hacer exposiciones, no solo para vivir sino para seguir pintando que era lo esencial de su vida.
La primera exposición que hizo fuera de Ávila la inauguró el 20 de septiembre de 1969 en Valladolid en la Sucursal de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca. En esta ciudad, comenzó la lucha más grandiosa que todo artista persigue y no es otra que “exponer y dar a conocer su obra”. Tuvo conciencia desde el primer día que hizo su primera exposición que exponer aquello que nace dentro de ti es exponerse, y, que la aceptación o el rechazo no solo para la obra de arte sino también para aquel que la crea.(La obra de arte si es expresión de uno mismo las consecuencias son estas). Pero aprendió en esta exposición de Valladolid algo muy especial, y es que en muchas ciudades, en las grandes y en las pequeñas, siempre hay un “sabio” que dictamina qué pintura es buena y su crítica es decisoria para que se compre o no, y cual no merece la pena y hay que quitarle hasta el pan y la sal. Esto le sucedió a Díaz-Castilla con este “sabio”. Sin embargo, hubo otro escritor que salió en su defensa titulando su artículo: Díaz-Castilla, pintor vertical. En la exposición, debido al consejo de aquel sabio, no vendió nada pero aprendió cómo el comercio del arte iba por unos caminos que no eran los suyos. Él, a pesar de esta dura experiencia no se desanimó y siguió adelante. Esto es normal en aquel que tiene dentro ese algo que le hace invencible. Con esta postura interior y la fuerza que da la juventud, seguiría adelante como siempre lo hizo, demostrando que, para él, lo primero y lo único era expresarse y después ya vendría la venta de algún cuadro para seguir el duro camino de la pintura.